Enseñar ski a una niña: una mirada como padre, profesor e instructor.
- Juan Manuel
- 26 jun
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 26 jun
Por Juan Manuel
Cuando pensamos en que nuestros hijos o hijas aprendan a esquiar, inevitablemente nos surgen preguntas que van mucho más allá del deporte. Yo, como profesor de Educación Física, como Instructor especializado en la enseñanza a niños y, sobre todo, como padre de una niña de 6 años que desde el último día de ski del invierno pasado sueña con volver a la nieve, me hice una pregunta clave: ¿Quiero que esquíe o quiero que le guste esquiar? ¿Por qué quiero que esquíe?
¿Qué buscamos los padres en el aprendizaje del ski (y de otros deportes)?
Muchas veces buscamos que nuestros hijos descubran una pasión, disfruten del aire libre, compartan un deporte que a nosotros nos hace bien. Otras, simplemente queremos abrirles una puerta para que exploren y elijan. En mi caso, compartir una pasión con mi hija y poder hacerlo juntos es una sensación imposible de transmitir con palabras. Es una experiencia que solo los padres y madres conocen: ese instante donde el tiempo se detiene y lo compartido vale más que cualquier logro técnico. (Lágrimas aparte!)
Pero ese deseo, por genuino que sea, necesita un marco de respeto por los tiempos y el proceso de cada niño y niña.
Sus tiempos, el rol del juego y el desarrollo integral
Cada niño y niña (me resulta muy raro escribir de “niño” como generalidad siendo papá de una niña) tiene su propio ritmo. El ski, como todo deporte, ofrece un enorme campo de aprendizaje físico, cognitivo y emocional. El juego es el vehículo natural para ese aprendizaje: permite explorar, perder el miedo, animarse a probar.
Como padres e instructores, a veces el desafío es recordar que el aprendizaje no siempre es lineal, ni inmediato. Y que en la montaña el éxito no se mide solo por bajar la pista completa, sino por reírse en la nieve, descubrir la sensación de deslizarse y querer volver al día siguiente.
Tips que me sirvieron (y ojalá te sirvan)
1. Comprender el proceso de aprendizaje
Respetar el tiempo del niño/a: no todos los días son iguales, y no todo niño/a tiene el mismo ritmo.
Recordar que es un proceso: lo importante no es que esquíe perfecto, sino que quiera volver.
Valorar lo pequeño: un paso adelante en la confianza vale tanto –o más– como un gran giro.
Fomentar el juego: convertir cada paso en un juego abre puertas que una explicación técnica no logra.
Felicitar el esfuerzo, no el resultado: celebremos la valentía, la dedicación y el entusiasmo. Como dice Melina Furman en su libro Cómo criar hijos curiosos, enseñemos a valorar el proceso, no el resultado.
2. Seguridad, bienestar y necesidades básicas
Tener en cuenta su energía y necesidades básicas: las reservas de energía son breves. El hambre es una necesidad fisiológica más urgente que aprender a esquiar. Llevar uno o dos snacks para media mañana puede marcar la diferencia.
Protegerse del sol también es parte del cuidado: la exposición a la radiación en la montaña es alta, incluso en días nublados. Usar protector solar y reponerlo durante la jornada es esencial.
El casco no es opcional: el uso del casco es fundamental para la seguridad de todos. Además de proteger, da una sensación de seguridad que ayuda a moverse con más confianza.
3. Vínculo, confianza y emocionalidad
Estar presente sin presionar: acompañar es estar al lado, no apurar.
La calma se contagia: solo la calma en uno genera calma en el otro. Si queremos transmitir seguridad, primero tenemos que habitarla.
Mostrate disponible y cercano: acordate que los ojos comunican tanto como la voz. Sacate las antiparras o los lentes cuando quieras transmitirle confianza.
Un objeto de apego ayuda: que lleven un muñeco, peluche o “compañero de confianza” brinda contención emocional en un entorno nuevo y los conecta con algo familiar. Además, refuerza su sentido de responsabilidad.
4. Contexto y entorno
Entender que el cerro lo es todo: para ellos, todo es parte de la experiencia: las sillas, la nieve, las máquinas, la gente, los restaurantes. Todo llama la atención y todo puede ser aprendizaje.
Elegir con quién aprender: en mi caso, elegí una mujer para que le enseñe a mi hija, porque se sentía más segura. La familiaridad con una voz parecida a la de su seño de Jardín y la confianza para ir al baño son factores importantes. En pocos centros de ski hay baños diferenciados para niños y niñas.
Para cerrar
Invito a cada madre, padre e instructor a hacerse la misma pregunta: ¿Qué quiero que mi hijo o hija se lleve del ski, o de cualquier deporte? Ojalá el camino que elijan compartir esté lleno de juegos, risas, paciencia y momentos compartidos que queden en el corazón para siempre, que sea una experiencia memorable.
Gracias por leer. Ojalá estas palabras sirvan para pensar el deporte como ese puente único que nos conecta con quienes más queremos.
Comentários